Existe en la
Andalucía mas profunda, como en muchas otras regiones de España, uan creencia
arraigada a una serie de prácticas medicas, a caballo entre el ejercicio
tradicional y un misticismo popular no exento de elementos esotéricos.
Son muchas
las personas que todavía siguen acudiendo al santo o al curandero para
solucionar cualquier tipo de problemas de índole social, médica o del ánima.
La zona del
sur de córdoba, probablemente por lindar con la sierra sur de Jaén, junto a
Alcalá la Real, Frailes, Ventas del Carrizal. Zonas conocidas por sus santos
Custodio, Manuel y Luisico, recoge de una manera más pura, la tradición de toda
una práctica fascinante, que en muchos casos, lejos de ser un negocio, se ha
convertido en un misterio aun mas grande: el
poder sanador de los hombres.
S sabido que
los curanderos han estado siempre presentes en la vida social y religiosa de
los pueblos, haciendo la labor de médicos del cuerpo y del alma, pero, si
queremos adentrarnos en este fascinante mundo de una manera seria y meticulosa,
tenemos que hacernos una inevitable pregunta: ¿Cuáles son los rasgos generales
de este tipo de personas?
He aquí
algunas anotaciones de interés que nos servirán parara hacernos una idea
general.
Un verdadero curandero se caracteriza por ser
una persona humilde y altruista. Consideran que no deben cobrar por sus
servicios ya que sus dones fueron regalados. A veces, tan solo acceden a
recibir presentes.
Suelen
aliviar enfermedades y otros tipos de males como quemaduras, heridas, empachos
y hasta el mal de ojo. Los hay, incluso, que se especializan en determinadas
dolencias.
Algunos
gozan de muy mala fama a causa de su calatería, que suele revestirse de una
aureola mística. Incluso llegan a cobrar grandes sumas de dinero por los
trabajos que realizan.
La mayoría
piensa que para curar hay que recuperar el equilibrio perdido y que la
enfermedad no es otra cosa que la ruptura de la relación del cosmos, por eso,
para cura, utilizan elementos de la naturaleza.
Por ello,
suelen ser muchos los procedimientos que emplean: imposición de manos,
bendiciones, soplos e insalivaciones, oraciones, pólvora, preparaciones de
amuletos. También los hay que prescriben productos como papeletas de fumar,
donde garabaretean extraños signos y son bendecidos para que sean ingeridos
como uan píldora. Otro método común es bendecir botellas de agua de algún
manantial, especialmente si linda con la casa de algún curandero, ya que a esta
se la reconoce poderes taumatúrgicos. Aseguran que dios no puso una enfermedad
sin poner un remedio en la naturaleza. Las plantas son para ellos la base de su
medicina. Los curanderos conocen bien esas plantas y guardan con celo las
formulas de sus brebajes.
La palabra curandero
parece evocar a una persona asceta, casi recluida en un lejano cortijo al que
acuden las personas de toda condición para que resuelva todo tipo de dolencias,
pero lo cierto es que hay mucho más al respecto. Cada sanador posee unas
cualidades diferentes. Así que se establecen diferentes tipos, en función de
los procesos morbosos que atienden y de los remedios que emplean, se podían
establecer las siguientes categorías:
a Los rezadores, que curan verrugas,
culebrillas, dolores de muelas y otras enfermedades mediante oraciones o
ensalmos que se acompañan de otros rituales simbólicos.
Los sabios o sabias que, con método
parecido, curan padecimientos que tienen su origen en maléficos, como el mal de
ojo, y se les reconoce poderes adivinatorios.
Los que con su destreza personal
arreglan problemas de huesos o poseen conocimientos para aprovechar las
facultades terapéuticas de las plantas, que han sido clasificados como
anudadores y naturalistas respectivamente.
Los santos, que emplean medios y
métodos parecidos, pero se les reconoce el poder de la adivinación y la
curación por influencia sobrenatural, además de ejercer como confesores y
consejeros.
Ahora que ya tenemos asentadas algunas de la bases, comenzaremos
un viaje por la tierra de los milagros, por el mundo de la curandería
cordobesa.
La fe en el santo o el curandero, sigue siendo mucho mayor
que en pueblos y aldeas, especialmente en pueblos del sur de córdoba que en la
capital, que se hace poco menos imposible encontrar un curandero.
En la ciudad los curanderos parecen haber pasado el testigo a
quienes se dedican a las terapias bioenergéticas de cualquier índole o las llamadas
terapias alternativas.
Antonio J. un amable
hombre que ya huele los setenta años y que apenas conoce, en carnes propias, la
medicina alopática, durante toda su vida ha a asistido a diversos curanderos
para aliviar no solo sus dolencias, sino también, las de su familia.
Sirva su testimonio que he dejado impreso en este papel a
modo de ejemplo para dejar patente el fervor que se le tienen a este tipo de
prácticas:
Hace muchos años, casi recién casados, mi mujer tenía unos
bultos en el pecho. Cada vez eran más grandes. Un día, nos dijeron de un hombre
que sanaba cerca de Monte Frio, y allí que me enfile. Al llegar nos sumamos a
una gran cola de personas que estaban esperando su turno para recibir la
bendición de este hombre. El cortijo era totalmente normal y no tenía nada de
especial, salvo claro, toda la gente esperando. Cuando por fin nos toco entrar,
este hombre apenas nos saludo, simplemente se dirigió a mi mujer diciendo-“Los
bultos que usted tiene en el pecho no son malos, y sus propios ojos van a ser
testigos de la curación. ¡Ya puede irse!”- Yo me quede muy sorprendido, ya que
no le habíamos dicho nada. Ni siquiera nos dio tiempo. Después nos permitió
saludarlo y nos hizo una especie de bendición. A los pocos minutos ya estábamos
de regreso al pueblo. Por el camino mi señora se empezó a encontrar mala, con
un malestar general que no era normal. Los ojos le empezaron a llorar y también
tenía una especie de legañas. Le di mi pañuelo para que se limpiara, pero cada
vez le salían más legañas. En realidad parecía pus. No paraba de salirle. ¿Me
empapo dos pañuelos con la pues esa!
Cuando llegamos al pueblo se le cortó y se empezó a encontrar
mejor.
Al llegar a casa se dio cuenta de que no tenía los bultos.
¡Los había echado por los ojos!
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